Lo que usted va a leer a continuación son “algunas consideraciones” alrededor de lo que acostumbramos a llamar “música latinoamericana”, quizás hasta pensar que este término es, por lo demás, impreciso, pues de ninguna manera determina un género específico, en cuanto a estilos se refiere.
En la música latinoamericana concurren una cantidad enorme de “estilos” o formas de componer usando ciertos patrones que identifican a rítmos muy precisos; si usted se pone a pensar en la cantidad de nombres que se le dan a “formas musicales”, representativas de la composición que usted escucha, entonces podríamos concluir que tenemos la música más variada del mundo, pero cuyos límites no están claros para el oyente común que sólo busca “entretener su oído”, por ende su espíritu y recordar su tierra original.
Está por demás muy estudiado científicamente el efecto que produce la música en nuestro cerebro, desatando todo tipo de emociones, que van desde la alegría hasta las lágrimas más tormentosas. A veces, es suficiente el comienzo de las primeras notas de una melodía para que en nuestro cerebro se desencadenen una cantidad de imágenes que nos hacen recordar, desde un paisaje, hasta el momento más íntimo cuando esa melodía llegó a nuestros oídos. A veces es suficiente oir el nombre de una canción, para que esos recuerdos vuelvan a adueñarse de nuestra mente.
Por este simple hecho, sostengo la idea que debemos ir un poco más allá del simple “gusto por una obra determinada”, ya sea porque su melodía es atrayente o porque su rítmo nos hace mover nuestro cuerpo, aún sin querer hacerlo.
Pero, ¿qué significa realmente el nombre de “música Latinoamericana”? ¿Acaso esa denominación define las características esenciales de este tipo de obras, cuando hay muchos elementos que se encuentran en la música de otras latitudes, como las obras de “ritmo lento” que se consideran bailables, pero que también las escuchamos cuando tenemos algunos instantes de reposo?
La música latinoamericana posee una diversidad enorme de formas musicales, que no solamente se ejecutan o escuchan en nuestro Continente Americano (palabra que designa claramente todos los países que se encuentran en la AMÉRICA, que descubrió Cristóbal Colón y NO solamente a USA).
Bien, aclarados estos aspectos, hablemos de la diversidad de “ritmos” musicales que a diario se escuchan en las emisoras de radio de nuestros países, sin entrar en categorías de clasificación, pues indistintamente transmiten “todo tipo de música”, la mayoría de las veces impuestas por las disqueras,( je,je.), pues a éstas sólo les interesa que muchos oyentes consuman esa Música que producen indiscriminadamente.
Boleros, cumbias, corridos, salsa, merengues, canciones, tangos, valses, bachatas, tonadas, reggae y otros, son transmitidos a diario, sin ofrecer mayores explicaciones y muchas veces, sin saber de dónde proceden.
Muchos esfuerzos se han hecho y hacen los gobiernos de diferentes países por parecer nacionalistas intentando imponer leyes que protejan “la industria nacional”, con la intención de darle mayor realce a la “música folklórica o criolla”, pero se encuentran con el problema que otros ritmos foráneos también se cultivan en el país, compuestos por autores nacionales, que no pueden ser discriminados. Conclusión: NO HAY LEYES CLARAS QUE PROTEJAN EL PATRIMONIO NACIONAL MUSICAL y si las hay, no son comprensibles como para interpretarlas.
En una próxima entrega, intentaremos conversar un poco más acerca de la variedad inmensa de nuestras “composiciones tradicionales”, que a la hora de la verdad, son las únicas que identifican nuestra nacionalidades y ritmos propios.
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Hasta pronto.
Prof. Salvador Toro-Moya