Van a pie, muchos en los huesos por pasar hambre, por dejar de comer para que sus hijos puedan tener una comida al día. Algunos pasan hasta 3 días seguidos sin probar más que agua. Es la caravana que atraviesa el continente sur de polo a polo. A pie, en bus y hasta en bicicleta. Ellos forman la otra caravana.
Maria Calvo/ Memphis
En Venezuela esa es la realidad a 20 años de que Hugo Chavez asumiera el poder y destruyera lo que antes fue un país próspero con una taza de emigrantes en menos del 7% (WSJ). Al sol de hoy la emigración de venezolanos creció en un 2.889 % (Según un reporte del The Economist).
Van enfermos, muchos de ellos, producto de la desnutrición y la falta de acceso a medicinas.
Van tristes, a pesar de que atrás solo dejan a la familia (lo único que queda), porque no hay luz, no agua limpia, ni comida, y mucho menos esperanza.
Van asustados, con la carga de ser la única esperanza para sus familias, con la misión de llevar un poco de dinero a casa y ser el pilar económico que los sustente.
Van, simplemente van.
Atrás lo han vendido todo para poder costear $15, $20 y en casos más optimistas $100 para empezar de cero en otro país fronterizo. Algunos, un poco más afortunados, viajan en bus, por 9 o 15 días. A tantos otros los roban ni bien llegar a otra frontera.
Los destinos usuales son Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina. En Brasil no los quieren ya. Cuenta la historia impresa, que dos venezolanos robaron a un comerciante brasileño y una turba local enardecida por el crimen, llegó al campamento improvisado donde dormía la comunidad de venezolanos y los sacaron a punta de palos y fuego. Esto sucedió meses atrás en Pacaraima, ciudad fronteriza con Venezuela, al menos 1.200 venezolanos abandonaron Brasil ante los actos violentos para no volver. Por la culpa de dos desadaptados miles pagaron el repudio.
Actos de xenofobia se han replicado en Colombia, Ecuador, Chile, Perú y Panamá. Las autoridades colombianas implementaron un nuevo sistema de verificación en la frontera, con el que esperan frenar el ingreso de las más de 50 mil personas que a diario cruzan al país en busca de una vida mejor.
Pero por otro lado EE.UU. aumentó la ayuda a Colombia para atender a los migrantes venezolanos
El país norteamericano ya había entregado 26 millones en ayudas con este fin. “Los Estados Unidos hizo una contribución adicional de seis millones de dólares en ayuda humanitaria urgente para alimentación y servicios sanitarios a Colombia dentro de esta crisis”, expresó Marck Green, director de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo internacional (Usaid).
Las bajas temperaturas en el país colombiano y el no llevar una indumentaria apropiada (Venezuela es un país tropical) ha ocasionado hipotermia y paros respiratorios al menos a 17 migrantes venezolanos, quienes murieron mientras intentaban cruzar el páramo de Berlín el pasado mes de septiembre. El lugar, es el punto más alto de la carretera entre Bucaramanga y Pamplona, a 2.800 metros de altura, ubicado en Colombia. “Tres de los fallecidos fueron sepultados a las orillas de la carretera. Luego de esa historia nos hemos enterado de muchísimas más, incluso una madre que estaba alimentando a su bebé, ella y la niña murieron de un paro respiratorio. Es una historia muy fuerte y lo más triste es que sus familias no deben saber que murieron en el camino”, así lo confirmó Anny Uribe, directora del Hogar de Paso Espíritu Santo de Tunja, Boyacá.
Al paso de migrantes, la gente del pueblo que nada tiene que ver con los gobiernos de esos países, ha abierto sus puertas para dar cobijo, un techo temporal (muchas veces en un cartón en el piso, lo que sea) y una sopa caliente a los caminantes. Los vecinos de los poblados se organizan y sacan ingredientes, sábanas y cepillos de dientes para donárselo a los viajantes).
En Lima Perú, la Señora Cecilia Arrollo pintó toda la fachada de su casa con el tricolor Venezolano para que los migrantes venezolanos la identifiquen y sepan que allí pueden pasar. Igual es en Ecuador, Argentina y Chile. Las almas nobles se replican.
Aunque también hay casos de xenofobia lo más triste es que Venezuela fue un país utópico por muchos años para estos connacionales, especialmente después de la segunda guerra mundial, recibió a manos llenas a portugueses, italianos y españoles. En la década de los 70 y 80 se llenó Venezuela de Argentinos, Chilenos, huyendo de la dictadura de derecha, por no hablar de los hermanos colombianos que hasta pobladas propias tenían en el país, donde la moneda local utilizada era el peso colombiano.
La Venezuela petrolera, boyante, cosmopolita, de edificios modernos y autopistas, de novelas con calidad de exportación y reinas de belleza, siempre recibió sin molestia y con curiosidad al extranjero, le dio cobijo en sus urbanizaciones y zonas comerciales. Los gremios inmigrantes se llevaban sin conflicto ni critica las diferentes áreas.
Las panaderías venezolanas en manos de portugueses, los italianos responsables de las constructoras, los españoles y árabes de la industria textil y comercial, y el venezolano nunca se quejó, ni siquiera lo apuntó con el dedo antes de chavez y su Apocalipsis local, siempre vio con agradecimiento y admiración la entrega, el amor y hasta con humor el acento foráneo. Hoy todo ha cambiado. El Venezolano camina sin destino definido por Latinoamérica, a veces encuentra solidaridad, otras xenofobia y muerte, solo busca una oportunidad, una luz o un reencuentro. Como los otros miles en la caravana del norte que hoy atraviesa México.
Mucho es lo que han sufrido estos caminantes, los sueños de delirio del gobernante de turno, las bandas criminales que acosan y disparan a matar, los carteles de la droga que quiebran el país en mil pedazos y como siempre, son sus hijos los que tienen que cargar con las consecuencias de un pésimo gobierno, la ignorancia producto del populismo, el dinero fácil y la ignorancia. Incapaces de acabar con esta caída en picada que nos enfrenta al abismo que significa emigrar.