Doce horas conectado en una máquina, es el tiempo que Miguel pasa en “la cárcel”, como él le llama a sus sesiones de diálisis. “La enfermedad ha sido una herramienta que ha pulido mi vida y la ha formado”. FOTOGRAFÍA: N. Águila. El Informante.
Desde hace 18 años, Miguel se somete a tres hemodiálisis semanales, a partir de un fallo renal que tuvo a la edad de 28 años, en los EEUU. Desde entonces, la posibilidad de ser candidato a un trasplante de riñón ha sido más que un sueño, una batalla por la supervivencia. Su condición de indocumentado lo relega de las listas de espera, sin que su deseo de vivir se apague. “Creo que soy de Orión, nada me doblega. Siempre he visto la manera de no dejarme caer”.
II Parte
Nancy Águila/ Memphis
Más de 110.000 personas están en la lista de espera para un trasplante de riñón en Estados Unidos, en Tennessee la lista de espera es de 3114. Muchas más personas están esperando un riñón que para todos los otros órganos combinados. Desafortunadamente, el número de personas que esperan riñones es mayor que el número de riñones disponibles de donantes vivos y fallecidos.
Para los indocumentados las cosas se complican más. Con una condición renal, y sin un seguro médico resulta difícil recibir la diálisis que hace la función del riñón para purificar la sangre; y prácticamente imposible entrar en una lista de espera para un trasplante de riñón.
En tres ocasiones Miguel ha buscado ayuda en el Instituto de Trasplantes del Hospital Metodista en Memphis. “He ido a las clases para hacerme un trasplante. La última vez me mandaron al área de financiamiento y hasta ahí llegué. Necesito tener $75 mil dólares para el trasplante y otra cantidad igual para mantenerme después de la cirugía. Y aunque tuviera ese dinero, apenas podría entrar a la lista de espera que puede durar hasta 11 años”, se lamenta.
La economía de Miguel es precaria. Su trabajo tiene que ser flexible para no interferir con sus sesiones de diálisis. Se dedica a la fotografía y video, y al manejo de redes sociales. “Hay gente que me ha apoyado. Mis clientes son fieles, no batallo con ellos. Además me he sabido balancear y tener un plan de ahorro”, cuenta.
Miguel no sabe a ciencia cierta qué le provocó la insuficiencia renal, lo que recuerda bien son las palabras de los médicos cuando en una de sus visitas a la sala de emergencia, lo que creía era un asma resultó ser un fallo en sus riñones. “Yo no tenía residencia, los médicos me dijeron que tenía que abandonar el país”.
Su condición de indocumentado lo descalifica para un trasplante de órganos, poniendo en peligro su vida. El sistema de salud de EEUU requiere que Medicare cubra a todos los pacientes con enfermedad renal terminal, sin importar su edad, para la diálisis y el trasplante de órganos. La excepción son los inmigrantes indocumentados.
En aquellos años, una trabajadora le ayudó a conseguir un seguro médico, y con eso acceder a las hemodiálisis, “pero con el Obamacare me lo quitaron”, dice Miguel, quien sigue recibiendo su tratamiento gracias a que su médico le ayudó para que no fuera suspendido. “Ahorita hay muchos pacientes que no los aceptan aquí (Memphis). Batallan para sus diálisis, imagínate para un trasplante. Hay quienes han tenido que viajar a otros estados para recibir sus tratamientos”.
Lo irónico es que en los EEUU, los indocumentados pueden donar pero no pueden recibir órganos, salvo que posean una generosa cuenta de ahorros, y no es garantía.
La cárcel
Doce horas conectado en una máquina, es el tiempo que Miguel pasa en “la cárcel”, como él le llama a sus sesiones de diálisis. Aunque tiene muchos años viviendo en Memphis, no tiene familia, pero sí buenos amigos que le han tendido la mano. “La enfermedad ha sido una herramienta que ha pulido mi vida y la ha formado”.
Miguel es consciente de los riesgos de morir. Ha sido sometido al menos a cinco cirugías relativas con su condición. “Cada vez que me ponen la anestesia siento tan rico que no quisiera despertar, y cuando lo hago, regreso a la realidad. No le tengo miedo a la muerte, es una trascendencia, y ya soy inmune al dolor”.
“Siento que soy un guerrero. Creo que soy de Orión porque a mí no me doblega nada. Lo que no mata, fortalece. Siempre he viso la manera de no dejarme caer”.
Volver a México
Miguel nació en Guatemala, pero su infancia la vivió en Chiapas, México, al lado de su madre y hermanos. Llegó a los Estados Unidos desde 1996, y su pensamiento más recurrente ahora es regresar a la tierra donde creció al lado de su madre.
Aunque han trascurrido 18 años desde que Miguel comenzó con las diálisis, la esperanza sigue intacta. “Si vuelvo a México, quizá alguno de mis sobrinos podría ser mi donante, y ese es mi sueño. Quiero estar al lado de mi madre, y que ella esté bien cuando yo regrese”.
Si quieres ayudar a Miguel con donaciones para la compra de sus medicinas, puedes contactarlo en el teléfono: 901-562-4537.