Cuando Marie Hoskie oyó hablar del coronavirus por primera vez en la radio local de la Nación Navajo, la reserva india más grande de EE.UU., se quedó paralizada.
No por el virus en sí, dice, sino por una de las recomendaciones más sencillas para evitarlo.
“Decían que había que lavarse las manos durante 20 segundos… Y yo me decía, pero cómo voy a hacer eso si ni siquiera tengo agua para beber, para cocinar, para limpiar”.
Hoskie vive en Monument Valley una de las tantas comunidades de la Nación Navajo que ha golpeado con saña el covid-19.
Y ella, como como muchos allí, debe manejar casi 30 kilómetros varias veces a la semana para encontrar una fuente de agua potable.
“Ahora nos dicen que debemos estar en casa. Pero yo tengo que salir quiera o no, porque si no, no tenemos agua, comida, nada”, afirma.
Su caso no es el único. Casi el 40% de los navajos que vive a lo largo de la reserva no tiene agua potable.
La electricidad, el internet o las carreteras pavimentadas son otro lujo allí.
Y ahora, como si ya fuera poco, el coronavirus hace de las suyas en la reserva como no lo ha hecho con ningún otro lugar de Estados Unidos.
La Nación Navajo es actualmente el espacio habitado que más casos de coronavirus tiene por cápita en el país.
El número de contagios allí, en comparación con su población, está por encima de Nueva York y Nueva Jersey y es superior, incluso, al número total de contagios de países enteros.
Hasta este lunes unos 4.000 navajos se habían contagiado y más de 170 habían muerto de covid-19.
“Aquí hay gente que ha perdido padre, madre, hermano en solo un par de semanas. Nos está golpeando fuerte, muy fuerte”, lamenta Hoskie.
Si la nación navajo fuera un país, tendría tres veces el tamaño de El Salvador. Si fuera una isla, en ella cabrían apretados Haití y República Dominicana.
Es la reserva india que mayor superficie ocupa en Estados Unidos: cubre áreas de tres estados (Arizona, Utah y Nuevo México), aunque es solo una parte de las tierras que un día tuvieron y de las que les despojó el gobierno de EE.UU.
Actualmente solo viven en ella unas 170.000 personas, descendientes de uno de los grandes pueblos originarios del Lejano Oeste.
Aunque viven de la minería o de los hoteles y casinos, como muchas otras reservas indias, los navajos también sufren un elevado índice de pobreza, abuso de sustancias, violencia sexual, bajos niveles de educación, desempleo, servicios de salud deficientes y viviendas precarias.
De hecho, según varios estudios, si se consideraran un estado, serían el más pobre de todo EE.UU.
Datos del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano indican que más de un tercio de los hogares Navajo están sobrepoblados o carecen de agua, inodoro, electricidad, calefacción, refrigeradores u otras necesidades básicas.
Es también la reserva india más tóxica: alberga 521 minas de uranio abandonadas, cuatro procesadores inactivos de ese metal y más de 1.100 sitios de desechos radioactivos que han contaminado el agua, de acuerdo con investigaciones de la Agencia de Protección Ambiental.
Al parecer, todo comenzó con una celebración religiosa.
Los navajos, que tienen sus ritos ancestrales, también se han visto influidos por congregaciones evangélicas que les prometen una mejor vida tras los numerosos sufrimientos en el reino de este mundo.
Varias personas de diferentes lugares se reunieron a mediados de marzo para un culto en la comunidad de Chilchinbeto, en Arizona.
Alguien enfermo con covid-19 también estuvo allí para cantar alabanzas y desde entonces, la enfermedad se ha esparcido por toda la reserva como una maldición.
“Creo que la forma en la que la enfermedad se ha diseminado tan rápido allí tiene que ver con las propias condiciones en las que viven las comunidades”, expresó la doctora Carolina Batista, que acudió a prestar ayuda a la reserva como parte de un equipo de Médicos Sin Fronteras.
La doctora señala que la falta de acceso al agua potable, el hecho de que muchas generaciones convivan en la misma vivienda y la escasa infraestructura médica dentro de la comunidad son algunos de los factores que explican los terribles números del covid-19 en la reserva.
“En estas comunidades a veces tienen cuatro generaciones en la misma casa, por lo que si uno se enferma, los demás miembros de la familia también lo harán”, señala.
“Los hospitales son escasos y carentes de recursos y de personal…Pero además, ¿cómo puedes implementar la básica y elemental medida de lavarte las manos cuando no tienes agua corriente?”, agrega la médica brasileña.
Batista, que como parte de su trabajo ha estado en alguna de las naciones más pobres del mundo en medio de crisis humanitarias, asegura que la Nación Navajo “tiene muchos de los problemas que Médicos Sin Fronteras ve en muchos de los países” en los que colabora.
“Lo que muchos no se esperarían es que circunstancias que son frecuentes en naciones de África o naciones pobres de Asia o América Latina también puedan encontrarse en el país más desarrollado del mundo”, dice.
Cuando Amber Kanazbah Crotty necesita hacer compras, debe viajar casi 65 km hasta el supermercado más cercano a su casa.
La delegada del Consejo de la Nación Navajo, una especie de Congreso en el gobierno interno de la reserva, dice que esta es la realidad de miles de personas allí.
“Somos un desierto de comida, los supermercados son pocos y las ofertas son escasas. Esto hace no solo que el distanciamiento social sea más difícil, sino que al estar mal alimentados, podamos hacerle menos frente al virus“, afirma.
De acuerdo con Kanazbah Crotty, encontrar comida fresca en la Nación Navajo es casi una utopía, de ahí los altos índices de enfermedades asociados con la mala alimentación dentro de la población.
Una investigación de la Diné Community Advocacy Alliance, un grupo de expertos navajo, señala que a lo largo de la reserva solo hay diez supermercados y que el 80% de los alimentos que se venden puede considerarse “comida chatarra”.
“La comida más accesible es la de peor calidad y eso incide en que tengamos altos índices de diabetes, de obesidad, de enfermedades cardiovasculares, que son condiciones que sabemos que inciden en la mortalidad del coronavirus”, dice Kanazbah Crotty.
“También tenemos problemas respiratorios y cáncer porque tenemos minas de carbón y de uranio, que son cosas que han impactado nuestros cuerpos por años y que nos han debilitado la respuesta que podríamos tener para el virus”, agrega.
Según cifras oficiales, casi un cuarto de los habitantes de la Nación Navajo sufre diabetes, mientras casi el 10% padece alguna enfermedad cardiovascular y cerca de la mitad de la población es obesa.
“Creo que todo eso es la causa de que si bien en muchos países el coronavirus está matando más a personas mayores, aquí los rangos de muerte rondan los 55-65 años. Y a diferencia de otros lugares, no solo tenemos un alto nivel de casos positivos, sino también un alto nivel de fatalidad”.
Pero aunque los jóvenes también están siendo golpeados, uno de los mayores temores entre la comunidad Navajo son sus mayores, considerados figuras sagradas y sabias dentro de su tradición y que, sin embargo, no tienen los recursos culturales para entender qué está sucediendo.
“Tenemos una población adulta que es monolingüe, por lo que toma tiempo y experticia tratar de traducirles al idioma navajo”, dice.
“Algunos han oído por la radio sobre el covid-19, pero el navajo es una lengua muy descriptiva por lo que lleva mucho esfuerzo explicarles”, agrega.
Los navajos llaman a la nueva enfermedad “Dikos Ntsaaígíí-Náhást’éíts’áadah“ lo que significa, literalmente, la “gran enfermedad de la tos 19”.
“Les explicamos que afecta a los pulmones, que tendrán dificultad para respirar, que da mucha tos, que tendrán fiebre. Tenemos que explicárselo detalle por detalle porque de lo contrario no entienden de qué les hablamos”.
Para Allison Barlow, directora del Centro Johns Hopkins para la Salud de los Indios Estadounidenses, la situación que se vive en la Nación Navajo desde hace décadas creó “una tormenta perfecta” para que una crisis como la del coronavirus generara una “carnicería humana” allí.
“Lo que vemos hoy es el resultado de un sistema fallido y disfuncional que se ha mantenido generación tras generación”, dice a BBC Mundo.
De acuerdo con la experta, la situación en la reserva, así como en la mayoría de las tribus indias de EE.UU., tiene como causa “la inacción del gobierno federal, que no ha respetado por años las condiciones de los acuerdos con esas naciones”.
Tras usurparle su territorio a la mayoría de las tribus indias durante su expansión territorial -y tras años de conflictos-, EE.UU. se comprometió a ofrecerles un trato especial a los miembros de los pueblos originarios.
Como pasó con otras comunidades, el gobierno firmó hace más de un siglo un tratado con la Nación Navajo en el que se responsabilizaba para ofrecerles, entre otros, servicios de salud, educación y seguridad social.
“Al final, en la práctica, el gobierno federal siempre ha fallado en financiar adecuadamente y apoyar estos programas. No importa que sean republicanos o demócratas los que estén en la Casa Blanca. El maltrato a las poblaciones indias ha sido una constante”, opina.
“Generación tras generación, los navajos han enfrentado las tensiones de sufrir la opresión de la falta de recursos, insuficientes infraestructuras, electricidad o acceso a internet. El covid-19 solo ha sacado a la luz el sistema roto en el que el gobierno de EE.UU. los obliga a vivir“, agrega Barlow.
BBC Mundo intentó contactar con la Oficina de Asuntos Indígenas, la agencia del gobierno de EE.UU. responsable de los pueblos originarios, para conocer su visión sobre este tema y los señalamientos que se le hacen en esta historia, pero de momento no tuvo respuesta.
Con información de BBC Mundo