Ruth Bader Ginsburg, la jueza de hierro que dedicó su vida a combatir la discriminación de género y venció muchas adversidades antes de desembarcar en la Corte Suprema en 1993, falleció este viernes los 87 años, debido a complicaciones por un cáncer de páncreas.
Según un comunicado del máximo tribunal, Ginsburg murió este viernes en la noche rodeada de su familia en Washington D.C., y será enterrada en el Cementerio Nacional de Arlington. Le sobreviven sus hijos Jane Carol y James Steven, cuatro nietos y dos bisnietos.
El presidente de la Corte Suprema, el conservador John Roberts, dijo que “nuestra nación ha perdido a una jurista de dimensiones históricas. Hemos perdido a una preciada colega. Hoy estamos de duelo pero con confianza en que futuras generaciones recordarán a Ruth Bader Ginsburg como la conocimos — una incansable y resuelta defensora de la justicia”.
Ginsburg se habría ganado un premio por asistencia en la Corte Suprema, donde jamás faltó a ninguna audiencia oral pese a las debilitantes sesiones de quimioterapia que recibió durante años por tres tipos de cáncer, o en 2010, tras la muerte de su esposo.
Líderes políticos de ambos partidos, celebridades y grupos cívicos elogiaron la obra y figura de Ginsburg, considerada la más consumada de los jueces de la máxima corte de EE.UU. Grupos de personas acudieron a las afueras de la Corte Suprema este viernes por la noche (hora local) tras enterarse de la noticia.
Delgada y de apenas cinco pies de altura, su aspecto físico quizá podría proyectar fragilidad, pero eso sería un engaño: Ginsburg bromeó alguna vez que, gracias a su entrenador personal, podía levantar más pesas que algunos de sus colegas en el estrado.
Tampoco le faltó el sentido del humor: solía repetir el sabio consejo de su suegra de que el secreto de un matrimonio duradero, a su juicio, era “hacerse un poco el sordo de vez en cuando”, algo que, según Ginsburg, también funcionaba en la Corte.
Conocida con el mote de ‘Kiki’ entre sus familiares, o ‘la notoria RBG‘ –por su firmeza e incomparable disensión en ciertos casos– dejó su impronta como líder progresista en el Supremo, adonde llegó en 1993 tras su nominación por el entonces presidente Bill Clinton.
Ginsburg fue entonces la segunda jueza en la Corte Suprema, después de Sandra Day O’Connor, en una corte dominada por hombres blancos casi toda su historia.
Tras la jubilación de John Paul Stevens en 2010, Ginsburg fue la jueza de mayor rango del cuarteto progresista, que lo completan Stephen Breyer, Sonia Sotomayor y Elena Kagan.
Prolífica autora e influyente líder, Ginsburg siempre apoyó el derecho al aborto y el movimiento #MeToo por los derechos de las mujeres, la libertad de prensa y la independencia jurídica.
De igual manera, expresó su desdén hacia el presidente, Donald Trump, en 2016, llamándolo “falso”. Luego se disculpó por ese comentario público en plena contienda.
Durante un mitin de campaña en Minnesota, Trump no menciona por nombre a Ginsburg, pero ha dicho que quiere nombrar a un nuevo juez que pueda lograr la confirmación en el Senado con apoyo bipartidista, como el senador republicano Ted Cruz.
“Ted es el único hombre que conozco que puede conseguir 100 votos del Senado, todos los senadores votarán por él”, dijo Trump.
“Una de las cosas buenas que hemos hecho con la Corte Suprema, tenemos dos jueces en la Corte Suprema. Tendremos al final de mi mandato aproximadamente 300 jueces federales”, afirmó Trump, interrumpido por aplausos.
El año pasado, el líder de la mayoría republicana en en el Senado, Mitch McConnell, dejó claro que llenaría cualquier vacante en el Supremo pero, a 45 días de las elecciones, se desconoce si la bancada hará frente unido para darle a Trump otra victoria legislativa de esta magnitud.
El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, tuiteó tras conocerse la noticia que no debe llenarse su reemplazo hasta después de las elecciones de noviembre. Esta es la misma norma que usó McConnell en 2016 para impedir la confirmación de Merrick Garland, nominado por Obama en la primavera de ese año luego de muriera otro juez del tribunal supremo, Antonin Scalia.
En defensa de las mujeres
Ginsburg es sobre todo conocida como un ícono de la lucha por los derechos de la mujer. Defendió seis casos sobre la equidad de género ante la Corte Suprema durante la década de 1970, como una de las pocas pioneras en su ámbito.
Tras aventurarse como profesora de Leyes, primero en la Universidad de Rutgers y luego en la Universidad de Columbia, Ginsburg se incorporó a la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU, por sus siglas en inglés), desde donde cofundó en 1972 y dirigió el Proyecto de los Derechos de las Mujeres.
Fue, en su esencia, una líder feminista cuando la defensa de la mujer apenas comenzaba su empinada lucha, sin la facilidad ni inmediatez que ofrecen ahora las redes sociales.
De hecho, Ginsburg ganó los seis casos ante la Corte Suprema sin sospechar que, dos décadas más tarde, ocuparía un puesto vitalicio en el mismo edificio de mármol.
Su vida ha servido de inspiración a numerosos foros, libros, una extensa cobertura mediática, programas de radio y televisión, documentales, caricaturas y otras expresiones de la cultura popular.
Ginsburg nació en el seno de un hogar obrero judío en Brooklyn, Nueva York, en 1933, en plena Gran Depresión. Su madre, Celia Amster, trabajaba en una fábrica de ropa, y su padre, Nathan Bader, como vendedor de pieles. Su madre, quien le inculcó el valor de la educación, falleció de cáncer un día antes de que Ginsburg se graduara de la secundaria James Madison.
Licenciada con altos honores en Gobierno de la Universidad Cornell en 1954, puso sus planes en el congelador tras casarse con su esposo, Martin (Marty) Ginsburg, con quien tuvo a su hija, Jane, al año siguiente. Su segundo hijo, James, nació en 1965.
Una vida de adversidades
Posteriormente, se inscribió en la Facultad de Leyes de la Universidad de Harvard en 1955, cuando su marido concluyó su servicio militar. Su vida sufrió un vuelco al año siguiente cuando, además de atender sus estudios, tuvo que cuidar de Martin, diagnosticado con cáncer mientras completaba su carrera de leyes también en Harvard.
Como muchas mujeres, Ginsburg intentó equilibrar sus obligaciones familiares y ambiciones profesionales, ya que fue apenas una de nueve mujeres en la escuela de leyes de Harvard, en una clase de 500 y donde muchos resentían que una mujer le ‘robara el puesto’ a un hombre.
Ginsburg se topó con la discriminación de género en la publicación juridica Harvard Law Review, pese a que se ganó a pulso su puesto como la primera mujer en la prestigiosa revista legal.
La pareja se mudó a Nueva York por una oferta laboral de Martin, y Ginsburg completó sus estudios en la Universidad de Columbia en 1959.
Su impecable trayectoria académica no pudo contra el machismo y la desigualdad salarial que dominaba en el mercado laboral, y un profesor suyo tuvo que intervenir para conseguirle empleo con el juez federal, Edmund L. Palmieri.
Ginsburg continuó subiendo peldaños pese a barreras institucionales, tanto así que intentó ocultar su segundo embarazo durante su paso por Rutgers, según narran sus biógrafos.
Su reputación y rigor como fiscal llegaron a oídos del presidente, Jimmy Carter, quien la nombró jueza en la Corte de Apelaciones de la capital estadounidense en 1980, donde permaneció hasta que Clinton la designó para la Corte Suprema.
Sin miedo a hacer historia
En uno de los casos más importantes de su carrera, Ginsburg escribió en 1996 la opinión mayoritaria en United States v. Virginia, que ordenó al Instituto Militar de Virginia permitir el ingreso de mujeres cadetes.
En 2007, en Ledbetter v. Goodyear Tire & Rubber Co, la Corte desechó la demanda de Lilly Ledbetter contra la empresa de neumáticos porque, como gerente, ganaba muchísimo menos que los hombres por la misma labor, pero aparentemente interpuso la querella fuera del tiempo requerido por las leyes.
Ginsburg escribió una apasionada disensión en nombre de la minoría progresista, y logró que el Congreso aprobara el Acta de Pago Justo de 2009, que lleva el nombre de Ledbetter y fue la primera ley promulgada por el entonces presidente, Barack Obama.
En su oficina, Ginsburg tiene una copia enmarcada con un mensaje de Obama que reza: “Gracias por ayudar a crear una sociedad más equitativa y justa”.
En 2012, Ginsburg publicó otra de sus opiniones más remarcables, cuando defendió la constitucionalidad de la reforma sanitaria conocida como Obamacare, y la potestad del Congreso de adoptar leyes de beneficencia social.
En 2015, en el caso Obergefell v. Hodges, Ginsburg respaldó la legalidad del matrimonio para parejas del mismo sexo en todo el país.
Y el pasado 18 de junio, Ginsburg votó junto con los cinco magistrados que apoyaron la continuidad de DACA para más de 650,000 dreamers.
Quienes la conocen bien aseguran que Ginsburg nunca cambió ni en genio ni en estilo: de hablar pausado, la jueza solía hacer preguntas tan incisivas como deliberadas, en busca de agujeros en los argumentos de ambos bandos en un litigio.
Hasta el día de su muerte, Ginsburg defendió a ultranza la independencia jurídica de la Corte Suprema, y prefirió que las reformas sociales provengan de manos del Legislativo.
Con información de Telemundo
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