Es difícil, en los tiempos que corren, saber exactamente cómo reaccionar al entorno que nos rodea. Vivimos bombardeados de información continuamente. Mucha de esta información es irrelevante para nuestro día a día, convirtiéndose para nuestro cerebro en “ruido” que nos impide detectar las señales a las que sí necesitamos prestar atención.
Además, mucha de esta información está tremendamente cargada de contenido ideológico y emocional, que es lo que vende. El resultado, a corto plazo, es un estado casi de parálisis, de “shock”, en el que somos capaces de seguir procesando información cada vez más terrible sobre el oscuro estado de nuestras sociedades y del mundo sin poder evitarlo. Y es que no se puede negar que vivimos en tiempos oscuros.
«Muchas organizaciones y activistas, con muy buenas intenciones, siguen aferrándose a la idea de que no hay que alarmar a las comunidades inmigrantes. Y, cuanto más lo pienso, más me pregunto cuándo es el momento de alarmarse»
Hoy muchas personas están en casa, pendientes de que comiencen los avisos de que el ICE está en la ciudad llevando a cabo sus indiscriminadas acciones con total impunidad y normalidad. Ése es el estado de las cosas para quienes están prestando atención a lo inmediato: un estado de alerta.
Para quienes tienen a personas en sus familias que se pueden ver afectadas por estas acciones o simplemente que pueden ser agarradas por no tener documentos migratorios, no puedo ni imaginar el estado en el que estarán, en el que llevan estando desde hace ya un tiempo. Y, por otra parte, hay gente que lleva trabajando y organizándose para ayudar a las poblaciones inmigrantes antes, durante y después de las redadas, probablemente plagados con sentimientos de rabia e impotencia.
Sin embargo, muchas organizaciones y activistas, con muy buenas intenciones, siguen aferrándose a la idea de que no hay que alarmar a las comunidades inmigrantes. Y, cuanto más lo pienso, más me pregunto cuándo es el momento de alarmarse. ¿Cuando se esté deportando a casi medio millón de personas al año? ¿Cuando se separe a menores de sus familias por meses, a veces indefinidamente dándoles en adopción? ¿Cuando se niegue un trato humano a menores y adultos en detención y se den casos de abusos físicos, psicológicos y sexuales cometidos por parte de oficiales que no pasaron por un escrutinio al ser contratados? ¿Cuando se concentren grandes números de inmigrantes en condiciones insalubres?¿Cuando mueran criaturas de cuatro, seis o diez años por negligencia mientras están en detención? ¿Cuando se construyan más y más centros privados cuyo objetivo principal sea aprovecharse de la desgracia de la comunidad migrante y sacar provecho de ella?
Todas estas cosas ya han pasado, así que me pregunto una y otra vez: ¿cuándo es el momento adecuado para alarmarse?
Como especie, no hemos llegado hasta aquí ignorando las señales y sin dar la alarma. No alarmarse puede ser evolutivamente fatal. No dar la alarma cuando un peligro acecha es condenar a nuestras comunidades a convertirse en presa fácil. Y, a la misma vez, alarmarse demasiado también puede traernos problemas. Echar a correr no es una buena idea a veces. Es en esto en lo que radica la complejidad de momentos como éste, y, ante la imposibilidad de decidir, podemos encontrarnos como cervatillos frente a las luces en la carretera, en una parálisis que nos impide salvarnos.
Alármense.
Manténgase alerta. Hagan un plan familiar. Prepárense. Organícense. Aprendan sobre sus derechos.
Pero, Alármense.
Hay gente inmoral en el gobierno y en las fuerzas de inmigración. Hay gente haciendo una fortuna de encarcelar a menores y familias migrantes, en condiciones inseguras e infrahumanas, sin que nadie les pida cuentas. Hay un presidente usando mentira tras mentira para avivar el sentimiento anti-inmigrante, y al que no le importa el sufrimiento de nuestra comunidad.
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Van a venir a por sus hijas e hijos, sus bebés, sus hermanos, sus parientes y amistades. Van a poner a toda persona que agarren en centros de detención y les va a llevar tiempo siquiera localizar dónde se encuentran esas personas. Van a usar su miedo y su tragedia para ganar votos y animar aún más el sentimiento anti-inmigrante. Y, en ese estado, va a haber gentuza racista que va a salir de los miserables rincones en los que se esconden y van a empezar a acosarles en el trabajo, en la escuela, en la calle.
Muévanse.
Busquen organizaciones que apoyan a la comunidad migrante e infórmense de lo que necesiten, aprendan sus derechos y enseñen a sus hijas e hijos qué hacer si les toca encontrarse con las autoridades de inmigración. Organícense con las personas de su barrio para que puedan estar al tanto si comienzan las redadas. Preparen los números de teléfono importantes de familiares, amistades, servicios legales. Memoricen un número para poder llamar desde detención si es necesario. Infórmense, prepárense, estén alerta.
Pero, alármense, por dios. Alármense.